Nunca debes ver los retos como una desventaja. En cambio, es importante que
comprendas que tu experiencia enfrentando y superando la adversidad es una de
tus mayores ventajas.
Quizás en esta cita se refleje a la perfección mi
participación en el Maratón de Sevilla de este año.
Muchas dudas tenía. Por una parte no quería quedarme
sin correr, en los últimos seis año no había faltado y por otra, la cabeza me decía
que no, que fuera consecuente y no arriesgara ya que las condiciones en las que me encontraba no eran las más idóneas.
No había realizado ningún tipo de preparación, me faltaban las tiradas largas y todo unido a un corto kilometraje premaratón, hacían casi
imposible enfrentarse al reto.
Desde hace casi tres meses, venía sufriendo una
tirantez, en la zona púbica, debido a una
fuerte descompensación de los músculos de las piernas, con el recto
abdominal. Me había tratado con EPI , pero las agujas no hicieron el milagro
esperado. No era una lesión en sí, pero aunque me dejaba correr, el enfrentarme a un maratón
en estas condiciones podía ser una temeridad.
Me podría ocasionar en primer lugar, no terminarlo y luego estar bastante
tiempo sin correr. Había ido retrasando la inscripción para agotar las
posibilidades hasta que decidí descansar este año.
Ocho
días antes de la gran cita, surgió algo inesperado. Un amigo me ofreció su
dorsal. Estuve un día pensándolo y al final dije, palante. Sabía que no era lo
correcto, pero la cabezonería me hizo cambiar. Me había enfrentado ocho veces a
la distancia y tenía la suficiente experiencia para saber lo que tenía que hacer, si en carrera sonaban
las alarmas. Estaba muy claro, la cautela iba a ser mi principal aliada y si
había que echar el pie a tierra o abandonar no iba a dudar.
Y
allí me presenté con mis amigos Jorge y Javi. Llegamos a la feria del corredor,
como siempre, gran animación y donde nos
encontramos con algunos compañeros de nuestro club y con Miguelon, con los cuales compartimos la comida de la
pasta.
Ya
por la tarde decidimos irnos a relajarnos a la residencia. Sobre las ocho salimos cenar y ocurrió algo que nos
marcó. Desafortunadamente al salir Jorge, en el último escalón de la entrada,
tropezó y se cayó sobre mí. Los dos rodamos por el suelo con tan mala suerte
que él se doblo el tobillo, ocasionándose un fuerte esguince.
Demostró
ser un valiente y a la vez como ocurrió en carrera tener la cabeza totalmente fría. Decidió tomar la
salida con nosotros.
A
las 8:30 como siempre, pistoletazo y a correr. Decidimos cada uno ir a nuestro
ritmo y nos deseamos suerte. La animación en la salida como siempre. La arenga
del speaker unida a la clásica de AC-DC,
inundaba el entorno de esa magia especial
que tanto nos gusta y que nos pone los vellos como escarpias.
Y
a correr. Mi intención era la de ir en modo control total. No me podía
arriesgar a que un ritmo alto no me permitiera ir con seguridad. Pero lo de
siempre. Empecé fuerte. En ningún momento durante los primeros kilómetros
el crono me marcó por encima de 5 minutos. Iba cómodo pero con temor, sabía que
en cualquier momento podían aparecer las molestias. De vez en cuando iba
sintiendo débiles pinchazos que me hacían
temer lo peor. Trataba de tener la cabeza en otro sitio y no pensar. Pasaban
los kilómetros y empecé a trazarme las metas. Llegué al diez y la medía seguía siendo
buenísima. Dejamos atrás toda la zona de Torneo y
enfilamos dirección al interior. El reloj seguía marcando una medía de 4:35
y yo a lo mío. Me encontraba muy cómodo y fijé la siguiente meta, la medía
maratón. Sobre el catorce la Macarena, punto emblemático donde la animación
siempre acompaña y para mí es uno de las zonas más emotivas de la
carrera. Va pasando la distancia y las sensaciones buenísimas. Los pies de
lujo con mis huaraches a pleno rendimiento. Poco antes de llegar a la medía, ya
se sentía la música de ambiente. Crucé el arco en 1:44, fenomenal. Todo se iba
de maravilla, me encontraba tremendamente sorprendido por el buen ritmo que
llevaba, aún por debajo de 5. En todo los
avituallamientos me paraba para beber y me echaba un orejón a la boca. El
siguiente objetivo el campo del Betis
sobre el 33. Por aquí ya el crono empezaba a subir. La Palmera como siempre,
demoledora. Es el peor tramo para mí, lo más insufrible antes de que empezara lo
bueno. Y por fin el parque de María
Luisa y la Plaza de España. Que de gente, que animación, que luz. Lo más bonito con diferencia de la carrera. Ya no tenía
dudas, se me tenía que dar muy mal para no llegar. Continuaba con pequeñas
molestias que no me impedían seguir
avanzando. Reyes Católicos, la Catedral,
Trajano la Alameda y por fin la Barqueta. Ya lo tenía. La animación era impresionante,
el gentío abarrotando y arropándonos a todos. Ya no quedaba nada. Las fuerzas las
justas para llegar al estadio y disfrutar del final. La entrada
impresionante, después de la oscuridad del túnel la claridad, la luz de la
llegada y el disfrute de esos mágicos 195 metros. Lo que se siente al cruzar la
meta es inenarrable, es el jubileo después
de toda una vida luchando para llegar al final.
El
crono me marcó 3:32 con un tiempo
oficial de 3:33 y pico. Contentísimo de mi noveno maratón completado. Una chica
me dio la medalla e irremediablemente como siempre las lágrimas aparecieron.
Jorge al final tuvo que abandonar en el kilómetro 10, no le dio
tregua el tobillo y Javier como siempre en su línea, terminando su enésimo maratón.
La
organización como siempre, mucha atención a los corredores y todo perfecto. No
me quiero olvidad de mis compis del club, los cuales hicieron un magnifico
maratón y de los acompañantes que también se desvivieron por hacernos todo más fácil.
Volveré...
2 comentarios:
¡Cómo emociona leerte tu magnífica crónica de la carrera!
El año que viene sí o sí !!
Fuerza !!
Enhorabuena !!!
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